Introducción:
La palabra «profeta» en castellano y la misma en griego «profetes» , describen a una persona que no habla por sí misma sino en nombre de otra. En el Antiguo Testamento los profetas fueron portavoces del Altísimo y su tarea era interpretar la voluntad de Dios al hombre.
Existen «el ministerio de profecía» y «el don de profecía». Las diferencias entre ambos son las siguientes: El primero, fue establecido por Cristo (Ef 4:11), como oficio es permanente, y está para edificar a los santos. El segundo, fue dado por el Espíritu Santo, es esporádico (se usa de acuerdo a la necesidad), y está para edificar, exhortar y consolar a todos. Sólo cuando hemos sido bautizados por el Espíritu santo estamos capacitados para ejercer dones.
En cierta manera, todos hacemos labor de profeta, puesto que al entregar palabra de Dios a las personas, estamos siendo voceros de Dios, estamos hablando en nombre de Dios.
Si usted siente, cree, tiene la certeza de un llamado al ministerio profético sepa que
LOS PROFETAS DE DIOS CUMPLEN CON CIERTOS REQUISITOS ESTABLECIDOS EN LAS ESCRITURAS.